A los 67, aprendí que si esperas a jubilarte para disfrutar de la vida, esperaste demasiado tiempo. A los 71, aprendí que nunca se debe ir a la cama sin resolver una pelea. A los 72, aprendí que, si las cosas van mal, yo no tengo por qué ir con ellas. A los 76, aprendí que envejecer es importante. A los 91, aprendí que amé menos de lo que hubiera debido. A los 92, aprendí que todavía tengo mucho que aprender.
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