En estos días de lluvia y viento he recordado esta historia: Tiempo atrás había un médico cuyo "hobby" era plantar árboles en el enorme patio de su casa, y se esforzaba en ello todos los días,él no regaba las mudas que plantaba, después de algún tiempo sus árboles tardaban en crecer. Un día alguien le preguntó si no le preocupaba que los árboles no crecieran, pues casi no los regaba. Y respondíó su teoría, si regase los árboles, las raíces se acomodarían en la superficie y quedarían siempre esperando el agua fácil, que venía de encima, como él casi no los regaba, tardarían más en crecer, pero sus raíces tenderían a migrar más profundo, en busca del agua y de los nutrientes que se encuentran en las camadas más inferiores del suelo. Así tendrían raíces profundas y serían más resistentes a las intemperies y además de vez en cuando daba a sus árboles unas palmadas con un diario doblado para que se mantuviesen siempre despiertos y atentos. Transcurridos varios años después de fuertes vientos y heladas sus árboles eran los únicos de aquella zona que habían resistido implacablemente las tempestades. A veces preferimos que las cosas se nos hagan muy fáciles pero la vida no lo es, al contrario y al igual que esos árboles lo que necesitamos son raices fuertes y profundas en nuestro ser, para que podamos resistir y salir airosos cuando lleguen las tempestades de la vida.
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